VII
Los cuerpos exhalaban un hálito de humedad mientras yacían en el colchón, desnudos. Fred fumaba. Aída se soñaba mirando al techo, sin pensar en nada, sólo dejándose inundar por aquel momento.
-Bueno, ha llegado la hora de plantearnos esta situación –comentó Fred expulsando del humo-. No entiendo nada. Ni por qué estoy aquí contigo, ni por qué estás tú, ni qué leches me has dado para no poder olvidarte.
-Estás como yo –contestó ella-. Reconocerás que esto no es muy normal. Quiero decir, después de que me forzaras y eso... Yo misma no hago nada más que preguntármelo, pero no se me ocurren razones.
-¿Sabes que nos vamos a destruir? –continuó Fred con expresión grave-. Precisamente por eso, por la forma en que nos conocimos, por como se están desarrollando los acontecimientos… No sé, me suena a tragedia griega. Hay una película que se titula “Los amantes de la noche”, que me recuerda mucho a lo que nos pasa; desde la primera mirada que se echan los protagonistas, sabes que la cosa va a acabar mal… Igual que esto nuestro. ¿No crees?
Aída se puso seria de repente, meditó por un momento su respuesta y dijo:
-Estoy completamente segura de eso. Nada más espero que, cuando llegue el momento de la destrucción, cuando partamos cada uno por nuestro lado con los corazones hechos trizas, pensemos en esta experiencia, en este amor verdadero, que quizás será el único de nuestras vidas. Sólo espero que no estemos ni demasiado degenerados, ni demasiado corruptos, ni demasiado patéticos, para que, cuando todo acabe, sigamos siendo personas más o menos de una pieza –esto último lo dijo con sarcasmo, como para quitarle hierro a lo dicho anteriormente.
-No nos das ni una oportunidad...
-No, y es triste. Si algo aprendí de Iván es a razonar con lógica, y, si algo no tiene un principio lógico, difícilmente hallará un final lógico. Si algo empieza pervertido, siempre tenderá a la perversión; más que nada porque ése es el camino por donde ha empezado, su camino lógico. Suerte tendremos si no acabamos matándonos el uno al otro como en “El imperio de los sentidos”.
-Pero, ¿has visto esa película?
-¡Claro!
-¡Joder, eres maravillosa! –y en ese momento la besó con todas sus fuerzas. Con un beso de verdad.
Al separarse de ella, Fred respiró hondo, cerró los ojos mientras le daba la última calada al cigarrillo, y, luego, lo arrojó con fuerza contra la pared: brotaron chispas incandescentes. Después, la miró a ella con ojos tristes, pero se giró de nuevo; no se atrevía a mirarla a la cara.
-Bueno, como te he dicho antes, tenemos que replantearnos la situación – intentó imprimir a su voz un tono de firmeza-. No quiero volver a verte, no me lo puedo permitir. Lo siento –cerró los ojos con fuerza.
Aída no se esperaba estas palabras, y un gesto de desconcierto, casi de terror, le apareció en el rostro.
-¿Y yo? ¿Qué va a ser de mí? Yo te quiero.
-Eso es lo que me da miedo, que me quieras, que te quiera yo a ti... Pero ¿es que no has aprendido nada de lo que acabamos de hablar? ¿No sabes lo que pasará?
-¡No puedes hacerme esto! –Aída ya lloraba.
-Es lo mejor para los dos, créeme –Fred no perdía la entereza, aunque se le empezaba a quebrar la voz-. Yo seguiré con mi desastre de vida y tú con tu vida ordenada, como estamos acostumbrados, la vida que aprendimos a vivir.
-Pero, no..., por favor..., no me dejes así. Eres lo mejor que me ha pasado...
-Te repondrás. Lo siento.
-¡NO QUIERO REPONERME! ¡TE QUIERO A TI! ¿ES QUE NO LO COMPRENDES? –Aída le gritaba en un absurdo intento de convencerlo. Rompió a llorar-. ¿No ves que ya no volveré a ser la misma, que ya no podré querer a nadie más?... A nadie.
-¿No quieres a Iván?
-Sí, pero de otra manera. Si tú no hubieras aparecido... Pero, ahora, tan sólo puedo verlo como otra cosa.
-Ve con él. Será mejor.
-¡NO QUIERO! ¡TE QUIERO A TI! ¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que te la chupe?
En ese momento Aída bajó la cabeza y se introdujo la flácida polla de Fred en la boca.
-¡Levanta la cabeza, joder! –dijo él, apartándola con brusquedad-. ¡Y no supliques más! Déjame un buen recuerdo.
-No me importa...
-¡Venga!, vayámonos ya y pongamos punto final a esta locura ¡Vístete!
Se vistieron. Ella no podía dejar de llorar. Él estaba a punto de hacerlo.
Salieron y no hablaron en todo el camino. Llegaron al punto en donde debía separarse.
- No vas a cambiar de opinión, ¿verdad? –preguntó Aída en un sollozo.
-No.
-¿Puedes darme un último beso?
Fred se acercó a ella y la besó rápidamente en los labios. Después, se volvió y se fue. Aída se quedó mirándolo, viendo cómo desaparecía al doblar la esquina, sin poder ni querer contener las lágrimas. En este estado estuvo tres horas, mirando la calle por la que él se había marchado. Hasta que amaneció.
*
Iván tampoco le fue a la zaga. Después de profanarse se fue de allí corriendo, dando tumbos por el camino, gritando, llorando, vomitando. Sintiendo el peso de dos culpas: la suya propia y la de su amada, a la que nunca podría perdonar. Ya en su casa, se encerró en su habitación con una botella de whisky que sacó del mueble-bar. Estaba dispuesto a matarse bebiendo. No lo consiguió. Llevaba menos de media botella, cuando ya estaba durmiéndola.
*
Tras separarse de Aída, Fred tomó un camino distinto al que conducía a su casa y, dando un rodeo, volvió a “La Cabaña ”. Una vez allí, él si que pudo dar fin a una botella de whisky. Y, como Iván, también lloró. Después de tanto tiempo y a causa de otra mujer.
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Este cap. ha sido muy corto. Tanto que no da lugar a opinar nada. Peliculas como el imperio de los sentidos de hace mas de 30 años no cuadran mucho con adolescentes de hoy en día, y menos esas conversaciones tan trascendentales del protagonista que es un vaina que ni estudia ni hace nada de provecho. No cuadra y le resta realismo a la novela. De todas formas sigo esperando el proximo capitulo a ver en que desemboca todo ello.
ResponderEliminarUn saludo.
"quemasda"
No suelo casi nunca contestar ninguna opinión ya que casi todas tienen su parte de razón (también esta). Pero me veo obligado a "defender" un poco a mis personajes en este sentido.
ResponderEliminarFred, evidentemente, es un vaina. Pero eso no quiere decir ni mucho menos que carezca de cultura. Ya en el primer capítulo se explica:
"Alfredo siguió creciendo en ambas direcciones y siendo un niño introvertido y controvertido, al que parecía que lo único que le sacaba de su mutismo eran las muchas horas que dedicaba a la lectura."
Y Aída, igualmente se ha criado un ambiente culto (maestro) y además, quizá por las desgracias que tuvo que pasar en su infancia es más madura que una chica de su edad.
Por eso en el post de presentación de la novela explico que la narración se va volviendo más compleja cuanto más complejos se vuelven los personajes, y una de las razones es precisamente esa ya que uno, en realidad, tiene (o mejor dicho, sólo puede mostrar) la cultura que tienen sus interlocutores. Porque ¿de qué le sirve a Fred hablar "transcendentalmente" con Tomás o Toni?.
De todas maneras, me encanta que comentes los capítulos.
Muchas Gracias
Yo estoy de acuerdo con el anónimo, aunque entiendo tus argumentos, Braulio.
ResponderEliminarLa ruptura de estilo tan radical que tienen al hablar ambos personajes al comienzo del anterior capítulo y de este suena demasiado forzado.
No es tanto por las referencias culturales o su capacidad en el uso del lenguaje sino por la "madurez" que rezuman ambos con ese estilo, especialmente Aída. Cuando Aída está con Iván no habla así, habla de una manera correcta, pero como una chiquilla que es, y tampoco podemos pensar que Iván es un gañán sin cultura ¿no?
Pero esto no quita para que tenga ganas de leer el siguiente capítulo, y el siguiente, y el siguiente. Yo el final de esta historia no me lo pierdo, jaja...
PD. ¿Estoy en esa lista VIP de correos que estás preparando para "lo que sea" en el futuro? Lo digo porque si no hago la referencia de rigor en FB o Twitter y te mando el correo para que me incluyas, jeje.
Erostrato, siempre es un placer leer críticas tan constructivas como las que expones en cada capítulo.
ResponderEliminarEn realidad Aída no habla así con Iván porque es otro tipo de amor el que siente por él. Se conocen desde niños, jamás hablaría de pasión así con él. Le daría como vergüenza, como quizás a nosotros hablar de ciertas cosas con nuestros hermanos (lo comparo un poco así). Al destaparse Fred y hablar sin pudor, casi exhibiendo sus sentimientos, ella también se siente libre a hacerlo. De todas maneras, esta es una de las tesis del libro, que todos nos adaptamos aunque sea inconscientemente al entorno, por egoísmo o por comodidad. Y que, como dice la novela, un simple detonante te pone patas arriba todo el mundo construido. Y esto vuelve a verse en el capítulo ocho.
Y en cuanto a estar en la lista VIP, por supuesto que si sigues leyendo y comentando cada capítulo estarás en ella. Pero mándame un correito para tener tu dirección.
Muchas Gracias por tu interés
Braulio Gómez "Cabana".
Hola,
ResponderEliminarHe estado de vacaciones y no he podido leerte hasta que he vuelto. Me pasa lo mismo que a los dos "críticos" anteriores. Me suena un poco forzado. Relacionándolo con la respuesta que le has dado a Erostrato, quizás el problema venga de que sólo mencionas de pasada que Fred es un voraz lector, y como su comportamiento no encaja precisamente en el estereotipo de lector consumado "cruje" un poco cuando le oyes filosofar. Con tu aclaración, chirría un poco menos, pero sigue sin encajarme del todo.
Del resto, sólo una cosa más: "Aída se soñaba mirando al techo" es una construcción gramatical que me suena rara. Imagino que estará bien, pero no es muy habitual.
El resto, perfecto. Voy a ponerme al día con el siguiente capítulo.